Jamaican Blue Mountain: el café que lo inició todo.

A menudo nos preguntan cómo empezamos a tostar café y normalmente comenzamos esa historia hablando de cómo mi hermano (Roger) nos envió una bolsita Ziploc llena de café, pero la historia realmente comienza más de una década antes.

Antes de 1998, Sarah y yo no tomábamos café. Lo hice cuando estaba en la escuela secundaria, pero no fue porque sabía bien, sino porque era eso, leche o Kool Aide y no me gustaban mucho los dos últimos. Tuve que llenarlo con crema y azúcar para bajarlo. Una vez que me mudé solo, no me molesté en comprar una cafetera. A Sarah nunca le gustó el café, por lo que para ella era un problema aún menor. Vivimos así durante años y estábamos muy contentos de hacerlo. A ambos nos gusta el té y el cacao, así que no era como si nos faltara una bebida caliente cuando nos apetecía.

Avance rápido hasta que Sarah se gradúe de la universidad. Decidimos hacer un crucero para celebrarlo y lo estábamos deseando. No sabíamos que un puerto de escala en particular cambiaría nuestras vidas para siempre.

El último puerto de escala fue en Ocho Ríos, Jamaica. Todavía recuerdo despertarme y mirar por la ventana del balcón y ver las playas increíblemente hermosas que surgían de las aguas turquesas y coronadas por montañas cubiertas de niebla. Fue impresionante. Habíamos reservado una excursión en tierra que nos llevó a las cataratas del río Dunn y algunos otros lugares en los alrededores (sinceramente, no recuerdo todas las paradas de ese día). Una parada estaba en la ladera de la montaña y era solo una cabaña con una señora adentro vendiendo café. Esta fue nuestra primera introducción al café recién tostado, y mucho menos al Blue Mountain de Jamaica. Honestamente, estábamos un poco desanimados por el constante acoso para probar el café a pesar de que repetíamos repetidamente que no tomábamos café. No recuerdo cuál de nosotros cedió primero y accedió a probarlo, pero una vez que la primera persona lo probó, convenció a la otra para que lo intentara y, hombre, fue una experiencia reveladora.

El café estaba brillante pero no demasiado. En boca tenía una sensación cremosa y el sabor no era amargo, sino todo lo contrario. Hasta ese momento no teníamos idea de que el café podía saber así. No hace falta decir que compramos un par de bolsas de 250 g y cuando llegamos a casa fuimos y compramos una cafetera para poder prepararla y disfrutarla.

Cuando desapareció, pasamos los siguientes años tratando de encontrar un café que se acercara a ese producto, sin éxito. El resto, como dicen, es historia, pero desde que nos convertimos en tostadores de café soñábamos con el día en que pudiéramos permitirnos ofrecer este increíble café a nuestros clientes. Ese día ha llegado y esperamos que los afortunados 40 que consigan conseguir una bolsa disfruten del café tanto como nosotros.


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